Somos la generación que surgió de la niebla impresionista, de la blandura impresionista, de la tendencia sentimental. La guerra precipita la aurora de un mundo nuevo que es firme, claro y preciso. Época soberbia, viril, lógica. Algunos hombres llamados artistas, unos pocos y de raro valor, se esfuerzan por mantenerse a la altura de estas exigencias, por crear en sus obras la contrapartida de esa vida clara, pura, implacable. La vida plástica surge con rapidez tan arrolladora que nos inunda y tenemos que ponernos a salvo en el plano de la belleza. Borrar la sequedad, no ser secos. Adiós a lo blando, a lo vago, al sueño, a los largos cabellos y a las pequeñeces, mandolinas, guitarras y góndolas: todo eso ha desaparecido, surge la vida nueva, objetivada y realista.
Recogido por Hess, W.: Documentos para la comprensión del arte moderno. Buenos Aires, Nueva Visión, 1967, p. 155.
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